Hay dos formas de posicionarse ante el mundo. Ambas, en apariencia, persiguen lo mismo, que es dar sentido a la existencia. Una lo hace a través de los valores, las convicciones y la libertad; el ser humano confía en sí mismo y en los demás, goza con lo que se le ofrece a través de la naturaleza y de las personas, es comprensivo y perseverante y cree que la realización personal llega mediante el crecimiento interior. Es, en pocas palabras, el modo de ser.
Por el contrario, personas inseguras, que tal vez no recibieran amor y confianza en sus primeros años, pueden buscar la seguridad a través de la posesión y uso de objetos y personas. Sólo si están bajo su control, pueden sentirse en paz. Y lo mismo ocurre con los materialistas, para quienes - debido a la ausencia de valores más profundos - no queda sino el poseer y acumular como estilo de vida; es el modo de tener.
La sociedad de consumo no busca sino introducir artículos en nuestras vidas sabiendo su inutilidad o corta duración. En un marco de ausencia de referentes éticos y de debilidad moral, los bienes materiales toman el protagonismo pasando a convertirse en los que poseen a las personas (tanto tienes tanto vales).
Sin embargo, en el corazón de cada ser humano se encuentra un anhelo de verdad que, hasta que no se halla, no se sacia. Ir tras ello presenta dificultades y es nadar contracorriente, salirse del rebaño. El modo de tener nos resulta familiar, pero el verdadero sentido de la vida está en el modo de ser.
Lo material ahoga y, como una adición más, pide continuar consumiendo para que la satisfacción se mantenga, pero estas personas necesitan ser liberadas de sus cadenas interiores. ¿Qué podemos hacer para contribuir al despertar de quienes nos rodean?
El poder del ejemplo es definitivo y si lo acompaña la palabra mucho mejor. Respetando los ritmos personales, podemos proponer preguntas y reflexiones que conduzcan al surgimiento de la conciencia, sabiendo que una vez despertada debe ser nutrida y mantenida.
El desarrollo de la humanidad es comunitario y nos necesitamos para avanzar en común, debido a lo cual tenemos el deber de no esconder nuestros tesoros, sino ponerlos en práctica y compartirlos. El reto es alcanzar una sociedad educadora y, aunque no siempre consigamos el éxito y encontremos con frecuencia realidades refractarias, la verdad siempre será más fuerte, atractiva, luminosa, y hacia ello debe abrirse paso la humanidad.
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