Está a punto de terminar el año y no puedo dejar de soñar que, entre todos, conseguiremos que el 2018 sea realmente interesante. Uno de mis más viejos anhelos es que la sociedad vaya humanizando el trabajo y lo convierta en goce, tanto para él mismo como para quienes contemplan la obra bien hecha, es decir que se pueda llegar a fundir en un mismo concepto la ética y la estética.
William Morris defendía que el deseo de crear cosas bellas o la facultad de apreciarlas es algo consustancial a todos los seres humanos (no algo exclusivo de una minoría selecta) y, a la vez, un ingrediente necesario en la vida de cada uno de nosotros.
La importancia que tuvo su Movimiento Arts & Crafts para preservar el patrimonio arquitectónico y el paisaje rural de Inglaterra fue enorme. Una de las cosas que más me gusta de los ingleses es su respeto hacia el pasado y hacia el paisaje del Reino Unido, a diferencia de la ligereza con que otros países destruyen su patrimonio cultural o medio ambiental invocando una idea de progreso que apenas disimula la codicia y el mero afán de lucro.
En pintura, estaba estrechamente vinculado, desde sus orígenes, a los pintores prerrafaelistas. Fustigaba la fealdad de la producción industrial en las artes decorativas y la arquitectura y reivindicaba la obra bien hecha de los artesanos medievales que amaban su oficio y cuyas obras podían compararse, e incluso superar, a la de muchos de los artistas contemporáneos.
Para Morris, "el libro ideal" no debe estar sujeto a las exigencias comerciales, sino que podemos hacer con él lo que queramos, sólo condicionados por lo que de su naturaleza como libro exige el Arte. Sea cual fuere el tema del libro, y por muy carente que esté de ornamentos, puede llamarse obra de arte si la tipografía es buena y se presta especial atención a la composición.
Un libro, impreso o escrito a mano, tiende a ser un objeto bello. No cuesta más elegir una plancha bonita que una fea, sólo es cuestión de buen gusto. La arquitectura de un buen libro requiere que sus páginas sean claras y fáciles de leer, que el tipo de letra esté bien diseñado y que los márgenes (grandes o pequeños) estén bien proporcionados con la página de la letra.
"Un libro ornado con dibujos que resultan apropiados para él, y sólo para él, puede convertirse en una obra de arte sin rival, si exceptuamos un edificio debidamente decorado, o una obra maestra de la literatura".
Quiero agradecer a mi gran amigo y excelente pintor, Borja Echevarría, cómo consiguió convertir, con sus ilustraciones, en una obra de arte el primer libro "A mi manera", de la colección El Escorial: luz y arte, que escribí gracias a su apoyo e impulso. Y es que yo pienso sinceramente que el libro bien decorado no es, quizá, absolutamente necesario para nuestra vida, pero lo cierto es que nos proporciona tan ilimitado placer que debemos guardarlo como una de las cosas más valiosas en cuya producción debería el hombre sensato poner todo su empeño.
Poner en valor el libro de papel es uno de mis proyectos para el año que estamos a punto de estrenar.
Un fuerte abrazo para todos mis lectores y ¡Feliz Año Nuevo!
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