Viendo a la señorita, con los prismáticos en la mano, me doy cuenta de que el pintor lo que nos manifiesta es la importancia de la contemplación, de la observación. No quiere aproximarse a nada concreto, no está buscando nada sino simplemente gozando del momento. Denota con su calma y elegancia que las cosas, vistas con distancia, se pueden interpretar mejor.
La información no le llega sólo a través de la vista, sino de todos los sentidos. A través de ellos puede percibir la temperatura del ambiente, la presión de la brisa sobre su cara, las fragancias del mar, el susurro de las olas...
Es como si se hubiera acercado al orden natural del mundo y de su lugar en él, es como si estuviera dotando a la realidad de sentido. El horizonte no supone para ella un destino, sino una apertura, una promesa, algo que le acerca al fondo de su alma.
Da la impresión de que la belleza del paisaje no le absorbe sino que le impulsa al pensamiento y a la reflexión. Seguramente, después de este rato en la playa se conocerá más y mejor.
En definitiva, lo que me transmite esta pintura es que lo importante en la vida es "la vida misma" y que, en vez de dispersarnos en actividades que nos debilitan, sería preferible que desarrollásemos nuestras cualidades psíquicas y espirituales, lo que nos permitirá descubrir que en los actos más simples y cotidianos
es donde se esconden los verdaderos tesoros.
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