domingo, 2 de noviembre de 2014

EL ARPA

Si hay un instrumento musical que me gusta, ese es "el arpa" y el pintor  Paul Cesar Helleu (1859-1927) la escogió como motivo de varios de sus cuadros.

Recuerdo una antigua leyenda celta que habla del "arpa mágica" que poseía un poderoso dios. Gracias al sonido de sus cuerdas controlaba el devenir de las estaciones y con ella era capaz de interpretar los tres acordes más nobles: el del llanto, el de la risa y el del sueño.

Tras una dura batalla, sus enemigos, los siniestros señores de la noche y de la oscuridad, se la arrebataron y la dejaron abandonada en un rincón... Pero el dueño del instrumento y dos de sus más fieles seguidores fueron a rescatarla.

Los dioses de "la luz y el arte"  acudieron en su ayuda y provocaron que, al escuchar la voz de su amo, el arpa se despegara de la pared y volara a sus manos; entusiasmado, hizo sonar los tres acordes  provocando el primero enormes risotadas de los enemigos, que más tarde se convirtieron en un profundo sueño que aprovecharon para escapar...

Otra leyenda cuenta que un rey adoraba tanto la música que buscó por todo el mundo el mejor instrumento que hubiera hasta que, un mago, le entregó un arpa.

Sin embargo, cuando fue interpretada por el músico real y otros músicos estaba tan desafinada que aseguraron al rey que no servía para nada y se deshicieron de ella...

Una niña muy pobre la encontró y, aunque no sabía tocarla, decidió intentarlo. Tocaba y tocaba haciéndolo cada vez mejor. Un día, de repente, el arpa empezó a entonar las melodías más maravillosas pues era "un arpa mágica" que sólo estaba dispuesta a tocar para quien de verdad pusiera interés y esfuerzo.

El rey llegó a escuchar la música y mandó llamar a la niña. Cuando vio el arpa se llenó de alegría y en aquél mismo momento nombró a su intérprete su "música particular" llenándola de riquezas...

Con las dos leyendas, lo que pretendo recordar es la importancia de buscar siempre el equlibrio entre  la inteligencia y la sensibilidad. El instrumento más maravilloso y delicado puede ser arrinconado o ignorado, pero en el momento que cae en las manos adecuadas cumple con su misión de forma magnífica. Sería bueno que nos aplicásemos el cuento y procurásemos ser "buenos tocadores de arpa" en nuestra vida cotidiana...





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