sábado, 31 de enero de 2015

EL DIORAMA

Louis Daguerre (1787-1851) era pintor y decorador de teatro. Fue alumno del famoso Prévost, el escenógrafo más destacado del París de la época. En aquél momento, los decorados para los espectáculos como el teatro o la ópera, adquirieron un gran protagonismo y Daguerre (muy dotado para el dibujo y la arquitectura) fue un personaje clave.Los juegos de luz se trataban con mucha originalidad y creaban tanto la salida de la luna como soles en movimiento.

 En 1822, Daguerre creó un espectáculo nuevo llamado "Diorama", decorados de teatro de grandes dimensiones buscando credibilidad en las escenas y utilizando todo tipo de elementos animados (excepto el agua o los animales). Con la luz cambiaban la atmósfera de una misma escena y todo el conjunto producía en el espectador auténtica fascinación, pues vivía la ilusión de encontrarse en otro lugar a través de un decorado que se movía y estaba combinado con un armónico juego de luces y sonidos...

Consecuencia de ello fue la creación de los famosos "Teatros de papel", uno de los entretenimientos lúdicos y didácticos de niños y adultos acomodados de mediados del siglo XIX. Recreaban mundos fantásticos, historias legendarias o cuentos ("jugaban leyendo y leían jugando") que les acercaban al mundo literario de la forma más atractiva y sugestiva pues podían participar activamente...

Un gran aficionado a este tipo de entretenimiento fue Robert Louis Stevenson, que en 1884 escribió un artículo que se titulaba: "A penny plain and two pence coloured" (un penique en blanco y negro y dos peniques en color) y finalizaba diciendo: "If you love art, folly or the bright eyes of children, speed to Pollock´s!" (si aman el arte, el disparate o el brillo de los ojos de los niños, ¡vayan velozmente a la tienda de Pollock!).

 No me extraña lo más mínimo que Stevenson fuera a la tienda de los teatros de papel con los que tanto había jugado de pequeño...

Hijo único de una madre de salud muy delicada, heredó de ella problemas respiratorios y se pasó la mayor parte de su infancia sin poder ir al colegio.

Su niñera, a la que quería como una madre, le contaba historias y jugaba con él, lo que le estimuló su vocación literaria.

Aunque sea paradójico, sus dificultades físicas no le impidieron tener abundantes emociones, dudas, descubrimientos, miedos, fantasías, tesoros... Se le fue desarrollando, sin darse apenas cuenta, la capacidad de crear otros mundos en los que deduzco tuvieron mucho que ver las tres dimensiones de los teatritos de juguete que tanto le fascinaban.


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