viernes, 8 de julio de 2016

KAMISHIBAI

Se cuenta que, en 1930, en una de las calles más concurridas de Tokio, a lo lejos, se vio llegar a un hombre en bicicleta; se apeó de ella y con unos "hyoshigi" (palitos de madera) llamó la atención de numerosos niños que se colocaron a su alrededor. Vendía golosinas, pero traía consigo un "kamishibai", un teatrillo de madera, del tamaño de un maletín, por el que comenzó a deslizar unas láminas con unos dibujos de trazos gruesos y sencillos; detrás estaba el texto, con rápidas descripciones y vivaces diálogos, que el hombre leía mientras los niños escuchaban con atención y contemplaban con los ojos muy abiertos; unas veces reían, otras lloraban, otras manifestaban tener miedo... pero  lo hacían juntos, en grupo. Él se iba adecuando, con el tono y los gestos, al público concreto.
En Japón estaban en plena crisis económica de finales de los años veinte y como la necesidad agudiza el ingenio, pensó que tras el éxito de la representación y dejando a los espectadores muy contentos, vendería sus golosinas con mucha más facilidad (como así fue).
En los últimos años, el kamishibai (drama de papel) ha resurgido como actividad lúdica y pedagógica y lo ha hecho con tanta fuerza que su magia se ha extendido desde el país del Sol Naciente a otros continentes. Es todo un universo repleto de historias sencillas y ricas tanto en sentimientos como en enseñanzas y fascina a la audiencia. Une la magia de las palabras con el encanto de las imágenes y su componente teatral va más allá de la simple lectura pues ayuda a conseguir un efecto de concentración en torno al cuento mucho más fácilmente que con otras técnicas.


Al interpretarlo, se produce una gozosa interacción compartida entre los miembros de la audiencia y entre éstos y el intérprete, así como entre ambos y el mensaje que el autor quiere transmitir. Juntos, están predispuestos a compartir los mismos sentimientos experimentando la sensación de grupo. Es una forma natural y sencilla de recuperar la tradición oral y de despertar la imaginación y la fantasía de los niños. Les fomenta el gusto por la lectura y la escritura y a familarizarse con cuentos de otros países y sus propios idiomas (interculturalidad). Además, los niños un poco mayores pueden ser a su vez intérpretes y creadores de sus historias, participando en el grupo de forma más responsable dando ejemplo a los más chiquitines, que pronto quieren ser también los protagonistas...



Me parece que sería un regalo estupendo para los niños y adultos este verano. Es muy barato, ocupa poquísimo espacio y sus beneficios pueden tener una enorme repercusión. Lo he dicho muchas veces, pero lo mejor que podemos brindar a nuestros pequeños es tiempo, dedicación, paciencia, mucho cariño y pasárnoslo en grande con ellos. Como dicen los franceses, allons-y!!

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