domingo, 13 de agosto de 2023

CASSATT Y VELÁZQUEZ

 

"Niña con sombrero de paja" (1886) es un óleo sobre lienzo de Mary Cassatt expuesto en la National Gallery of Art de Washington, que me ha llamado poderosamente la atención por su parecido con la Princesa Margarita de Austria, protagonista de la obra cumbre de Velázquez: Las Meninas.

Investigando sobre la pintora, una de las pocas mujeres americanas impresionistas del último cuarto del siglo XIX, he podido averiguar que el 1 de octubre de 1872 se inscribió en el Hotel París (Puerta del Sol, Madrid) como copista del Museo del Prado, donde permaneció tres semanas, antes de viajar a Sevilla.

Mary Stevenson Cassat (1844-1926), nacida en Pensilvania, pasaba largas temporadas de su vida en Francia, pues su educación (basada en los idiomas, el dibujo y la música) y el pertenecer a una familia acomodada, le permitían viajar por Europa y ampliar sus horizontes. En 1855 visitó la Exposición Universal de París, donde pudo ver en directo a los impresionistas. Poco a poco se fue introduciendo en su círculo hasta lograr que Dégas y Pissarro llegaran a ser sus colegas y mentores. 

Cuando copiaba la pintura de Velázquez, se admiraba de su simple y hermosa manera de manejar el pincel y su influencia fue vital, ya que el estilo directo y apasionado del pintor español le ayudó a replantearse su propio manejo de la pintura. Gracias a ella, muchos impresionistas franceses le recocieron como precursor del Impresionismo y le pusieron en valor en los círculos más expertos.

Cassatt, a pesar de que expuso en El Salón de París y vendió muchos cuadros a exposiciones privadas y galeristas, no era nada academicista. Soltera y sin hijos, decidió dedicar su vida a la pintura para - a través de ella - reflejar a las mujeres tal y como eran y no de la forma, demasiado idealizada, que hacían los pintores masculinos.

Quiso mostrar a la mujer y a los niños en sus ratos libres, de forma natural y desenfadada, y, en muchas ocasiones, se servía de espejos para dar mayor perspectiva a la escena y ampliar así los límites de lo doméstico. 

A través de sus propios cuadros y de los de sus amigos contribuyó a popularizar el Impresionismo en los EEUU y consiguió hacerlos atractivos a los ricos americanos para que los compraran y crearan importantes colecciones públicas y privadas. 

Ya al final de su vida, casi ciega y muy enferma, afirmaba con rotundidad no arrepentirse de haber sido un poco transgresora y bohemia y le decía a una periodista: "He intentado emocionar a la gente con mi arte, con mis cuadros he intentado mostrar el amor y la vida. No hay nada que pueda compararse a la alegría de un artista al pintar".

No me equivocaba al pensar que la pincelada de Velázquez tenía una clara influencia en la niña del sombrero de paja, lo cual demuestra una vez más la magia y universalidad del verdadero arte.

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