jueves, 10 de agosto de 2023

EL ARTE DE ESCRIBIR

 

Pensamos para escribir y escribimos para expresar. La escritura es un arte y hacerlo bien es un don. El talento surge de forma natural, pero para poder expresar correctamente lo que se quiere decir y lograr que se entienda se necesita mucha disciplina, paciencia y constancia. Escribir es la máxima expresión del arte puro, pues las reglas las establece el que escribe; con su propio estilo, el autor confiere el orden y movimiento de sus pensamientos.

Ante un papel en blanco las ideas vienen y van, aunque poco a poco van apareciendo una serie de palabras que deben concordar; es el principio de muchos principios; un tachón, otra idea, palabras nuevas. Todo eso, que no es fácil, es soportable gracias a la pasión por escribir, pasión infinita que se va enriqueciendo con el tiempo. 

Aunque la inspiración se encuentra en las pequeñas cosas también lo está en estados emocionales extremos y expresarlos por escrito es más fácil. Escribir bien nace del ejercicio de la lectura, del desarrollo del razonamiento crítico y del entrenamiento constante del intelecto, pero se necesita mucho tiempo, soledad, imaginación, curiosidad, observación y, sobre todo, necesidad de escribir. 

La vocación literaria no se produce o decanta en tal o cual pasaje de nuestra biografía, sino que está inscrita en nuestros genes; es un don (o una condena) que se recibe de forma misteriosa y que tarda más o menos en manifestarse, o que no llega a manifestarse nunca si quien lo recibió hace oídos sordos al llamado. El escritor lo es desde que nace, pero es precisa una concatenación de circunstancias catalizadoras que manifiesten esa verdad escondida. 

La palabra es la forma expresiva del escritor, pues desde el lenguaje y con el lenguaje es como lleva a cabo su obra literaria. Para escribir bien es necesario que el alma del escritor reciba dos impulsos: el calor del corazón y la luz del ingenio, pues sólo así se encauza gustosa al tema en cuestión; lo alcanza, lo apresa, lo ciñe y no es sino hasta que ha disfrutado totalmente de él que está en posibilidades de hacer que otros lo disfruten también mediante la expresión de los pensamientos. 

Para trazar esos pensamientos la mano no tendrá más que obedecer al alma y, entonces, todo lector atento será capaz de compartir los mismos deleites espirituales que experimente el escritor. 

Es el poder de las palabras el que puede llevar a los más puros sentimientos y a los más maquiavélicos pensamientos, todo está en el cómo y el por qué. Escribir es un arte inmortal y único, pues nadie lo hace como nadie. Escribir es pasear por las ideas, es plasmar emociones, es una forma de ver la vida. Escribir es, en fín, hablar con las manos.


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