jueves, 31 de agosto de 2023

VIVIR Y MORIR

 

Es imprescindible vivir con sentido, pues si miramos a nuestro alrededor nos damos cuenta de que todo en la naturaleza lo tiene y nosotros no debemos ser una excepción. Descubrir nuestra vocación, nuestra misión en el mundo, nos lleva a encontrar ese espacio único e irrepetible que sólo se podrá llenar con nuestra presencia.

Tenemos muchas facetas y dimensiones que vamos descubriendo a largo de nuestra vida y el sentido de la misma será como una brújula que nos guiará hacia la plenitud; habrá también momentos de oscuridad y tormenta que tendremos que aprender a transitar, pero si sabemos hacia dónde vamos las desviaciones temporales no nos impedirán encontrar de nuevo nuestro camino.

El sufrimiento forma parte de nuestras vidas, por ello debemos saber vivenciarlo y aceptarlo como nuestra realidad, pues nuestro cuerpo es materia y como tal está sometido a sus leyes. Sabemos que hay un Orden que rige la realidad y da sentido a todo lo que tiene vida, por lo que nosotros no podemos estar excluidos del mismo.

Los grandes (y no tan grandes) acontecimientos de nuestras vidas no son en absoluto fruto de la casualidad, sino que están dentro del sentido, por eso debemos estar preparados para afrontarlos adecuadamente ya que todos ellos (buenos y malos) llegarán en el momento oportuno trayéndonos enseñanzas y mostrándonos aspectos de la vida que todavía no habíamos descubierto.

La aceptación de lo que nos llega no significa resignación ni pasividad, sino reconocer nuestras limitaciones: si creemos que hay un sentido para la vida, también debe haberlo para la muerte. Somos una realidad que va más allá de lo corporal, de forma que nuestras dimensiones superiores no pueden perderse ni verse afectadas por las leyes materiales. Es muy posible que nuestra vida no tenga un punto final, sino un cambio de sustancia. Lo que ocurra después de morir estará relacionado con nuestra forma de existencia, por lo que el conocimiento y la sabiduría que hayamos adquirido será el único equipaje que nos llevaremos a la hora de continuar en otras esferas nuestra trayectoria vital.

Si vivimos con esta perspectiva, el deseo de evolucionar crece en nuestro interior. El miedo a la muerte se aleja al darnos cuenta de que hay un sentido para nuestra llegada y también para nuestra partida, ya que la vida se nos da y de igual forma la podemos entregar. A la luz de esta vida transformada, nuestra vida puede resultar mucho más interesante de lo que jamás habríamos imaginado.

No somos dueños de ninguna vida, cada cual tiene su biografía única y su propio destino. Sólo cuando sabemos integrar la muerte de un ser querido en el Orden, nos sentimos más ligeros y libres, pues el verdadero amor se produce cuando ayudamos a otro a realizar su destino.

La muerte nos habla también de la experiencia del misterio, una parte fundamental de la existencia humana. Nuestra civilización ha pretendido derribar esta dimensión para dar cabida exclusivamente a la ciencia como instrumento único de interpretación de la realidad. Más la ciencia, con todo su poder, no alcanza a explicar enteramente ni a la naturaleza ni a la persona.

No podemos olvidar que la plenitud humana tiene diversas vías de aproximación y que siempre permanecerá un interrogante que, lejos de asustarnos, nos traerá nuevos aires, apenas atisbados en nuestra experiencia terrenal.

Cuadro de Luther Emerson Van Gorder, titulado "Japanese Lanterns", fue pintado en 1895 siguiendo el modelo del óleo Carnation, Lily, Lily, Rose (de Sargent), que salió a la luz diez años antes.


No hay comentarios:

Publicar un comentario