martes, 15 de agosto de 2023

EN EL CAFÉ

 

Decía Paul Valéry que "observar es en gran medida imaginar lo que se espera ver" y este cuadro de Dégas nos muestra el pasado, el presente y el futuro en un único instante, dejando que nuestra imaginación vuele... La joven actriz y el aburrido y desencantado pintor nos pueden sugerir infinidad de historias y reflejan muy bien el ambiente de los Cafés bohemios del París de finales del siglo XIX.

Siempre me ha fascinado la bohemia parisina, la rebeldía de unos artistas que transgredían las normas de la burguesía dominante en pro de su pasión, viviendo de lo poco que ganaban y pasando su tiempo libre en Cafés donde entablaban conversaciones con otros artistas e intelectuales ahogando su melancolía y desarrollando sinérgicamente su talento.

A partir del imperio de Napoleón III los Cafés empezaron a proliferar convirtiéndose en lugares de encuentro para todas las clases sociales. Dentro de una gran variedad, cada uno tenía su personalidad: los típicos de diferentes regiones a los que iban los inmigrantes para encontrarse como en casa; otros más refinados, como el Café de Bade, y los que seguían las modas difundidas por la Exposiciones Universales como el japonismo, orientalismo y chinerías. Al finales de siglo había unos veinticuatro mil sólo en París...

Muchos de los artistas se reunían en estos locales, además de en algunos estudios de pintores. Desde 1866, Édouard Manet comenzó a ir asiduamente al Café Guerbois, en el número 11 de la Grande Rue des Batignolles, principal punto de encuentro de los impresionistas. Pintores, músicos y literatos interrelacionaban todas las artes como en la Grecia Antigua en jugosas y enardecidas discusiones intelectuales en las que se entretejían nuevos horizontes artísticos.

Y es que, buscar la esencia común de todas las artes, hacer del arte una cuestión vital para cada uno de nosotros, es algo muy aconsejable en esos momentos en los que el individuo conecta tan difícilmente con lo que es más esencial para él.

En su famosa frase "La belleza salvará al mundo", Fiodor Dostoievski nos quería transmitir que la belleza no se agota con la admiración hedonista o superficial de las cosas o las personas, sino que representa una de las aspiraciones más íntimas del ser humano, pues ella es la llamada a un mundo ajeno al nuestro que nos atrae irremisiblemente. 

La ética supone la búsqueda del bien, lo que implica un esfuerzo que apunta hacia la belleza, ya que el bien es bello porque complace tanto los sentidos como el espíritu humano.

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