sábado, 3 de septiembre de 2016

¿LEER EL QUIJOTE? (II)

Tales fueron los pensamientos suscitados por una tarde de primavera en el boscaje que ciñe al Monasterio de El Escorial, nuestra gran piedra lírica. Ellos me llevaron a la resolución de escribir estos ensayos sobre el Quijote.


 "El azul crepuscular había inundado todo el paisaje. Las voces de los pájaros yacían dormidas en sus menudas gargantas. Al alejarme de las aguas que corrían, entré en una zona de absoluto silencio y mi corazón salió entonces del fondo de las cosas, como un actor se adelanta en el fondo de la escena para decir las últimas palabras dramáticas. Paf... paf... comenzó el rítmico martilleo y por él se filtró en mi ánimo una emoción telúrica. En lo alto, un lucero latía al mismo compás, como si fuera un corazón sideral, hermano gemelo del mío, y como el mío, lleno de asombro y de ternura por lo maravilloso que es el mundo".


Previamente a esta Meditación Preliminar de sus Meditaciones del Quijote (1914) había escrito unas palabras al lector: "Mi salida natural hacia el universo se abre por los puertos de Guadarrama o el Campo de Ontígola. Este sector de realidad circunstante forma la otra mitad de mi persona: sólo a través de él puedo integrarme y ser plenamente yo mismo.
"Yo soy yo y mi circunstancia" y si no la salvo a ella, no me salvo yo. Benefac loco illi quo natus est (haz bien a aquel lugar en que has nacido)".

El último párrafo (1), y más en concreto la última frase sobre "yo soy yo y mi circunstancia" son mal entendidos, a pesar de que se citan permanentemente se recogen aquí bajo tres tipos de letras diferentes para que el lector observe diferenciadamente también el triple mensaje. De estas cosas hablan Las Meditaciones del Quijote de Ortega y Gasset, con un enclave tan escurialense y tan universal. Quizá la belleza y profundidad de estas palabras sean un buen estímulo para leer el Quijote y trabajar por salvar el lugar donde nos abrimos al universo en este año de centenarios.

(1) puede verse el párrafo completo en una placa colgada en una pared de la calle Floridablanca, de San Lorenzo de El Escorial, donde escribía Ortega.

José Sierra Pérez

No hay comentarios:

Publicar un comentario