El edificio, un volumen puro de 64 metros cuadrados, cedía parte de su protagonismo a unos espacios exteriores ajardinados. En la fachada sur (16 metros de larga) tenía un ventanal que medía once metros y que iluminaba toda la casa. La cubierta, a la que se accedía por una escalera exterior, gozaba de una capa de tierra y pasto que actuaba como aislante térmico.
En el trozo de muro del sur, que no estaba delante de la casa, se abrió una ventana (réplica a pequeña escala del gran ventanal de la villa) que encuadraba el paisaje, pues según Le Corbusier "para que el paisaje cuente, hay que limitarlo, dimensionarlo mediante una decisión radical: hacer desaparecer los horizontes levantando muros y descubrirlos sólo en algunos puntos estratégicos por interrupción del muro". "Crear espacios dentro y fuera de los edificios para aumentar la calidad de vida; la proximidad del árbol nos acerca a la vegetación y el lago nos proporciona la profundidad del horizonte".
El porche daba continuidad entre el interior y el exterior y el espacio de la planta de la casa era abierto contando con lo estrictamente indispensable: vestíbulo, sala de estar y de trabajo con el piano de su madre, dormitorio, cuarto de baño, cocina, aseo y cuarto de invitados modulable, en suma "una máquina de vivir económica que realizaba cometidos eficientes". Aplicó la Ley de Ripolín (L´Art Décoratif d´aujourd´hui), pues con la desaparición de los espacios oscuros y de los objetos-sentimientos eclécticos que anidaban en las casas tradicionales, se afirmaban los objetos-herramientas verdaderos y puros.
Las paredes estaban hechas con ladrillos huecos de hormigón, conductores del frío y del calor por lo que en 1931 se agregó a la fachada un revestimiento de tablitas de chapa galvanizada. Por entonces nacía la aviación comercial con sus carlingas de aluminio ondulado y la petite maison se ponía - sin intención premeditada - al día y siguiendo la idea de la casa como máquina de vivir, ya que en 1950 se recubrió la cara exterior con aluminio.
En 1925 estuvo terminada y sus padres pasaron en ella largas temporadas, aunque su padre murió al año siguiente. Le Corbusier y su hermano, músico, disfrutaron junto a su madre de la verdadera esencia de un hogar moderno, sobrio, al aire libre pero protegido y gozando de una verdadera salita de vegetación. La madre falleció cuando tenía cien años (1960) y en 1962 la villa pasó a ser considerada como Bien Patrimonial Suizo. La UNESCO la incluyó en su Lista de Patrimonio Mundial en 1916.
Le Corbusier lo había conseguido, había logrado dar forma a una serie de funciones precisas con las dimensiones específicas que pueden alcanzar un mínimo útil y, con ello, el bienestar y la alegría de su querida madre y de todos quienes visitaban aquella entrañable Petite Maison.
No hay comentarios:
Publicar un comentario