Kandinsky llegó al arte abstraco - en gran medida - desde la música, que tuvo una gran incidencia en la pintura moderna en la década de 1910 del siglo XX. Se dio cuenta de que la pintura popular y la infantil representaban los objetos sin copiarlos y de que el arte árabe no necesitaba de la figura para hacer cosas bellas. Por su parte, la música provocaba la emoción por el simple juego de los sonidos, por eso en sus escritos incidió en su importancia recurriendo a intelectuales como Goethe o Delacroix que ya habían puesto de manifiesto cómo el sonido y el color impactan en el espíritu.
"El color es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El color es la tecla. El alma es el piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que, por esta o aquella tecla, hace vibrar adecuadamente el alma humana". (Kandinsky).
"Los violines, los profundos tonos de los contrabajos y los instrumentos de viento personificaban para mí toda la fuerza de las horas del crepúsculo. Ví todos mis colores en mi mente, estaban ante mis ojos. Líneas salvajes, casi enloquecidas, se dibujaron frente a mí". (Kandinsky).
¿A qué suena el amarillo, rojo, azul o verde? Como sabemos, la música se capta a través del canal auditivo, se desenvuelve en la dimensión temporal y no puede ser percibida visualmente si no es por el empleo de la tecnología, pero la pintura discurre por el canal de la vista, siendo la espacialidad y la intemporalidad sus valores predominantes. ¿Qué pasa con los colores que componen esas pinturas y que nos provocan sentimientos que recorren nuestro cuerpo?
Kandinsky definió la sinestesia como un componente esencial del arte. Su pensamiento trataba de tres elementos: sonido, color y sentimiento e investigó profundamente en las relaciones consonantes y disonantes entre color y música. Los colores de sus pinturas ejercían dos tipos de reacción: la física (la visualización de la belleza de los colores agrada y dura mientras existe el estímulo) y la psicológica (conmoción emocional y desarrollo de la sensibilidad).
Y es que Kandinsky era "sinestésico", es decir que podía oír colores y ver sonidos porque experimentaba sensaciones de una fuente sensorial a partir de estímulos de otra modalidad distinta; tenía una respuesta sonora inmediata cada vez que tenía un color en su cabeza, por eso para él el color y el sonido era una unidad indisoluble y el cuadro una obra musical a componer.
Influenciado por la teosofía y el misticismo estaba convencido de que el artista puro es aquel que busca expresar sus sentimientos más profundos e ignora lo superficial. El arte que transmitiera lo esencial y estuviera vivo podría ser un remedio para una época enferma formada por una sociedad materialista, formalista y reaccionaria.
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