La Edad Moderna no nace sólo con Descartes y el espíritu científico, sino también con Cervantes, pues la novela ha desarrollado todo lo que la ciencia ignoró. Cervantes, Flaubert, Proust, Joyce, Virginia Woolf, nos hacen comprobar que temas como el tiempo de la vida, la terra incognita de lo cotidiano, la conciencia, la belleza y la muerte no han sido ni tropezados por la ciencia moderna. Y es que la novela no entiende al mundo como algo sólido e incontrovertible, sino desde la ambigüedad; no afronta la única verdad absoluta, sino múltiples verdades relativas que se contradicen y buscan otra clase de saber, un saber que es necesario para conocer el mundo en el que Cervantes fue maestro.
Ortega y Gasset apostó por la literatura y dio una gran importancia a la dimensión narrativa de la vida del hombre y a la necesidad de inventarla, de proyectarla hacia un futuro. La vida no es una realidad inerte, sino dinámica, que se desarrolla en virtud de las decisiones que tomamos. Las circunstancias hacen posible la vida, pero también la dificultan. Don Quijote conocía bien esos extremos, nadie como él caló tan profundamente en su propia circunstancia.
En la filosofía de Ortega, vida es un término mayor, pues la construimos día a día. El novelista desarrolla una función esencial que no es ajena a la vida del hombre, ya que éste tiene que inventarse su existencia. El hombre es novelista de sí mismo y Don Quijote no hace literatura, la vive. El viejo hidalgo manchego, que leía Libros de Caballería en su aldea, convierte su vida en su propio libro, en el de su vida. Cervantes sabía que la vida es un relato en busca de narrador y el filósofo también descubrió en el novelista "su ironía llena de humanidad, una ironía que no es ácida ni destruye porque comprende lo que ironiza a la vez que lo supera".
El manco sano, el famoso todo, el escritor alegre y el regocijo de las musas se despide del lector, de la vida, con estas entrañables palabras, que no se pueden leer sin sentir que aprisionan sólo en dos líneas el quién es Cervantes: "Adiós gracias, adiós donaires, adiós regocijados amigos, que yo me voy muriendo y desearos veros presto contentos en la otra vida".
Después de tantos años de infortunio, heridas, cárceles, cautiverio, pobreza y desdén; después de tanto amor, tanta belleza, tanta ilusión fresca... concluyo: "¿no es eso España?".
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