sábado, 18 de abril de 2020

EL CAMINO DE PÍO BAROJA

La novela de Pío Baroja titulada Camino de Perfección (como el libro de Santa Teresa) fue juzgado - en su época - por la crítica con cierta prevención. ¿Cómo interpretar una obra que parecía carecer de estructura, argumento, desarrollo o final coherente? Sin embargo, el autor argumentaba: igual que un cuadro impresionista no ofrece un producto acabado  y requiere un esfuerzo de interpretación mayor por parte de quien lo contempla, en mi novela yo propongo algo similar, pues mi nuevo estilo moderno (impresionista místico) condiciona al lector a participar más y a adoptar una postura menos pasiva mientras lee.

En su novela da gran importancia al Greco, pintor del Siglo de Oro español poco valorado por la crítica neoclásica pero reverenciado por los impresionistas, a quien consideraban su precursor. Baroja interpreta la palabra Camino como un proceso de transformación con connotaciones estéticas, por eso su protagonista lleva a cabo un continuo peregrinaje y, en cuanto a la luz y los efectos que ésta produce en el paisaje, según sus cambios a lo largo del día con sus consecuentes alteraciones de color, consigue en su narración (como los impresionistas) que adquiera una importancia fundamental.

Como el impresionismo, él también da contornos imprecisos: "Al entrar, no percibía más que unas cuantas luces, después se iba viendo el altar, luego se percibían contornos de mujeres, caras duras, renegridas, tostadas por el sol, rezando con un ademán de ferviente misticismo".

El final del libro resulta confuso, si se le interpreta con técnicas tradicionales y es ilógico según los parámetros realistas, pero utilizando el marco del impresionismo Baroja nos presenta un final abierto... Para él, lo importante no es el producto final de la obra, sino el método de interpretación de la realidad y la forma subjetiva y múltiple de definirla. En la ascética, el individuo se esfuerza por perfeccionar su espíritu mediante la voluntad y en su narrativa Baroja aspira a una perfección literaria.

Su arte fue consdierado "insultante", pues la espontaneidad, la contradicción, el subjetivismo y el apasionamiento eran palabras que se podían asociar bien al impresionismo y al ascetismo, pero estaban muy lejos del realismo imperante.

"A lo lejos se veía un pueblo envuelto en una nube cenicienta". "Sus torres y  pináculos se destacaban perfilándose en el azul intenso y luminoso del horizonte". El escritor utiliza el color, no la forma; sitúa colores puros junto complementarios (puntillismo usado por los impresionistas) con el fín de que sea el lector quien los mezcle.

"Al ocultarse el sol se hizo más violácea la muralla de la sierra; aún iluminaban los últimos rayos un pico lejano del poniente y las demás montañas quedaban envueltas en una bruma rosada y espléndida, de carmín y de oro, que parecía arrancada de alguna apoteosis de Tiziano".

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